Hacía una bonita noche; la luna brillaba con fuerza y el cielo estaba lleno de estrellas, no recordaba haber visto una noche así en mucho tiempo.
Después de haberme pasado toda la tarde ayudando a mi padre en el taller y con la excusa de que iba a la biblioteca, decidí salir de fiesta, como todas las noches. Me maquillé bastante y me había vestido como todas las noches; un camiseta negra de palabra de honor, unos shorts vaqueros, una medias de rejilla y unos tacones negros. Había salido de casa por la puerta trasera antes de que mis padres pudieran verme.
Caminé por el bosque, como hacía todas las noches con una botella de whisky en mi mano derecha y un cigarro en la izquierda. Me gustaba la tranquilidad y la oscuridad de aquel sitio, desde que era una niña me había acostumbrado a ir allí, aunque a mis padres nunca les gustó que lo hiciera.