Dando un paseo...¿y buscando algo de comer? (Aleesha)

Como normalmente iba por el bosque trotanto animadamente con mi mochilita entre los dientes, llevarla de esa forma era mas incomoda, pero donde se a visto un cachorro con una mochila a la espalda? en fin, ahora solo sabia que mi tripilla rugia hambrienta y que habia intentado cazar algun animalillo, cosa dificil pues aun era pequeña y eso de la caza aun me resultaba complicado, preferia ir pidiendo.
De repente llego a mi nariz un olor dulzon, como a magdalena y me relami, como las magdalenas caseras que hacia mi madre; empece a correr a un ritmo lento sin perder el rastro del olor, con suerte podia conseguir una. Cuando ya estuve muy cerca deje mi mochilita al pie de un arbol y segui avanzando, hasta llegar a un pequeño claro donde habia una chica al pie de un arbol comiendo una magdalena; empece a caminar entre los arbustos para acercarme a ella, sali de uno que estaba a su lado con la tripita casi arrastrandola, con las orejitas gachas y lloriqueando, pocas personas se resistian a aquel gesto de un cachorrillo, y esa chica no se resistiria, o a lo mejor si, quien sabe. Clave mis ojillos azules en los suyos esperando una accion.

Había preparado una mini-excursión al bosque de Forks, ya que me apetecía estar sola y pensar un rato. El bosque quedaba a unos diez minutos de mi casa, así que cogí merienda, la metí en mi mochila junto a una botella de agua y salí en dirección al bosque. Llegué a una especie de sendero, que se adentraba en los árboles, y lo seguí, canturreando una canción alegre mientras daba saltitos al ritmo de la cancioncilla. Al final, después de una hora caminando, llegué hasta una especie de claro, dónde decidí parar. Me descolgué la mochila, me senté a los pies de un árbol y saqué mi merienda: magdalenas y un trozo de chocolate negro. Comencé a comer, con lentitud, saboreando la comida, para luego relamerme los labios llenos de chocolate.
- Mm... rico *3*- musité para mí misma.
De repente, de entre los árboles salió un lobito, o lobita, a saber. Arrastraba la panza y tenía las orejas gachas; se acercó a mí, lloriqueando y mirandome con unos ojos azulados. Sonreí y le acaricié la cabeza. Sería muy joven, una cría.
- Vaya, vaya. Parece que has olido la comida, ¿eh? Anda, ten- dije, dandole un trozo de magdalena.